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Desde el Circus romano al Cirque du Soleil, gladiadores, contorsionistas, juglares, amazonas y jinetes, bufones y payasos, convierten al circo en una manifestación artística que es fundacional de todas las culturas de la humanidad, desde Mesopotamia, a China, pasando por el Egipto de los faraones, y la Grecia de Aristóteles, la antigüedad nos dejó un legado de habilidades que ha llegado hasta nuestros días.

El circo siempre ha sido un espectáculo popular e itinerante, salió a la calle ya avanzada la Edad Media con los juglares y ya con el Renacimiento y la Comedia del Arte reunía teatro, con tradiciones carnavalescas, mimos y contorsionistas, además de una amable critica social.

El primer circo conocido en un formato que ha llegado hasta nuestros días fue el que instaló Philip Astley en Londres en 1768.

Bufones y “freakes” ya formaban parte de las cortes europeas y por lo tanto fueron retratos por artistas tan celebrados como Velázquez o Watteau. Pero fue a finales del XIX cuando el circo de dos españoles instalados en Paris, Medrano y Fernando, consiguió atraer a sus carpas a las vanguardias artísticas en su casi un siglo de historia.

Impresionistas, puntillistas, postimpresionistas, fauvistas, cubistas, surrealistas, brutalistas o asociados al movimiento COBRA, han sido hasta épocas recientes divulgadores de ese espectáculo colorista y sorprendente, que se manifiesta a través de todas las disciplinas artísticas posibles: el teatro, la danza, la música o el deporte.

Esta exposición con motivo del Festival Internacional de Circo de Castilla y León reúne obras litográficas de sus más conocidos prescriptores Picasso, Chagall, Rouault, Leger, Françoise Gilot –la madre de Claude y Paloma Picasso–, Miró, Appel, Dubuffet, Choubrat y Toulouse-Lautrec.